Entre el 60 y el 80 por ciento de las enfermedades que padecemos en el mundo occidental tienen una relación directa con las emociones. La ciencia no da una explicación convincente de este fenómeno.
Hipócrates, hace 2 mil 500 años decía que quien verdaderamente cura las enfermedades es el organismo.
Gracias a la homeostasis (tendencia a mantener un ambiente interno estable y relativamente constante), los 60 trillones de células de nuestro cuerpo funcionan correctamente. Vigila que las células no envejezcan más de lo que tienen que envejecer. Que los niveles de azúcar sean los adecuados. Que las células mantengan una comunicación armónica entre ellas. Igual es con la regeneración de los tejidos.
Por la homeostasis podemos comer una manzana y el organismo transformarla en otra cosa, después de extraerle los nutrientes. No existe una explicación creíble del proceso.
El 90 por ciento de la serotonina, la hormona de la felicidad, la fábrica el tubo digestivo.
Si hay problemas en el tubo digestivo te sentirás deprimido. Cuando degustas una buena comida te sientes contento.
El tubo digestivo tiene 500 millones de neuronas. La médula espinal tiene 90 millones. El tubo digestivo controla el 80 por ciento de las bacterias y tumores.
Cuando una persona se siente tensa, asustada, desesperanzada o incompetente, el tubo digestivo se afecta. Por ello baja la serotonina y el sistema inmune. En cambio, cuando nos sentimos queridos, valorados, acogidos; el tubo digestivo mejora.
Cuando te sientes acogido, valorado, querido, los 60 trillones de células del organismo lo notan, y mejora tu organismo. Incluso, aumenta el tiempo de vida.
Además del cerebro con sus 100 mil millones de neuronas y cien mil billones de conexiones, está el “cerebro” del corazón. El corazón tiene 40 mil neuronas. Son pocas, pero el campo magnético del corazón es 5 mil veces más potente que el del cerebro. Emitimos un campo electromagnético a tres metros de distancia. Los demás sienten si nuestro corazón está en paz o está en guerra.
Cuando el cerebro, el corazón y el tubo digestivo se sincronizan, cambia radicalmente el funcionamiento del cerebro y la persona alcanza niveles más altos de inteligencia y de memoria.
A todos nos gusta el control, la seguridad, que nos valoren; que nos den importancia, tener un estatus, que nos acojan.
Es muy agradable ir a un restaurante y que nos traten con afecto, con cariño, es muy reconfortante. Pero cuando el control, la seguridad y el estatus se convierten en nuestra obsesión, se transforman en una cárcel. Y cuando no te hacen el caso que te gustaría, experimentas una frustración sorprendente. Cuando el mundo se muere surge una angustia insuperable. Cuando no te acogen como te gustaría, es una soledad infranqueable.
Y en este mundo tan volátil y complejo, los niveles de ansiedad y depresión no bajan.
Las personas deben preocuparse en crecer por dentro. Deben añadir valor a la vida de los demás. En lugar de decir: a ver quién me ayuda en la vida, plantearse: a cuántas personas ayudo hoy.
Nosotros agredimos con el pensamiento, con la palabra o con la acción. Agresión es culpar a la otra persona, o culparte a ti mismo. La depresión es el ataque contra uno mismo; que terminas huyendo o bloqueándote.
La sociedad occidental está llena de culpas y de vergüenzas.
El problema es que no lo hablamos, pensamos que solo les pasa a otros, no a nosotros.
#FernandoPadillaFarfán