Expertos aseguraron que el cambio a “golfo de América” coincide con el proyecto expansionista e imperialista de Donald Trump.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, emitió esta semana un decreto para cambiar el nombre del golfo de México por el de “golfo de América”. Expertos en geopolítica han asegurado que esta medida no es meramente simbólica, sino que conlleva acciones imperialistas que buscarían arrebatar a México zonas petroleras para el proyecto expansionista del ultraderechista.
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El golfo de México es uno de los espacios marítimos más ricos en recursos naturales del mundo, particularmente en petróleo y gas. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), alrededor del 17 por ciento de la producción de petróleo de ese país proviene de esta región, convirtiéndola en un pilar fundamental para su independencia energética.
La importancia del golfo de México para Estados Unidos
Además, más del 60 por ciento de las exportaciones de granos estadounidenses, equivalentes a 30 millones de toneladas, parten de puertos ubicados en el golfo.
Para el analista Octavio Pescador, académico de la UCLA, el cambio de nombre no tendría efectos inmediatos en la seguridad energética de Estados Unidos, pero sí refleja el intento de Trump por consolidar su narrativa de “América Primero”.
“Es un gesto más mediático que práctico, diseñado para respaldar su corriente política y reforzar la percepción de supremacía estadounidense”, afirmó Pescador.
El geoestratega Peter Zeihan y el historiador Douglas Brinkley coinciden en que el golfo de México ha sido esencial para el desarrollo de Estados Unidos como potencia mundial. Su ubicación estratégica ha facilitado el comercio marítimo, la expansión económica y la influencia política de Washington en América Latina.
Desde el siglo XIX, el golfo ha sido una vía de acceso clave para las exportaciones e importaciones estadounidenses, además de servir como barrera natural frente a amenazas externas.
Sin embargo, la acción de Trump ha generado dudas sobre posibles intenciones de ampliar la influencia estadounidense en los recursos energéticos de la región. La exembajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, advirtió que este gesto simbólico podría ser el primer paso hacia un intento de reclamar zonas estratégicas en el golfo, particularmente aquellas ricas en petróleo.
A pesar de los temores de una posible disputa territorial, los expertos destacan que las delimitaciones marítimas en el golfo de México están claramente definidas y protegidas por el derecho internacional.
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar) establece zonas económicas exclusivas (ZEE) que se extienden hasta 200 millas náuticas desde las costas de los países ribereños. México tiene jurisdicción sobre 829 mil kilómetros cuadrados en el golfo, mientras que Estados Unidos controla 662 mil kilómetros cuadrados.
Expansión de EU por áreas mexicanas enfrentaría trabas legales
James Kraska, analista jurídico, enfatizó que cualquier intento de Estados Unidos por reclamar jurisdicción total sobre el golfo enfrentaría resistencia legal significativa.
“Cualquier cambio en la administración de las aguas internacionales del golfo requeriría negociaciones multilaterales en foros como la ONU o la Organización Marítima Internacional (OMI)”, explicó.
El cambio de nombre del golfo de México ha sido percibido por algunos analistas como una forma de “diplomacia coercitiva”. Según un análisis del think tank New America, esta medida envía un mensaje de unilateralismo al mundo y amenaza con tensar las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos.
Aunque el decreto carece de fuerza jurídica fuera del ámbito estadounidense, ha generado críticas entre aliados y vecinos de Estados Unidos. Una congresista republicana cercana a Trump, Marjorie Taylor Greene, anunció su intención de respaldar legislativamente el cambio de nombre, reforzando la narrativa nacionalista que caracteriza al presidente.
Para Pescador, este decreto tiene más valor político interno que repercusiones internacionales reales. “Estados Unidos puede llamar al golfo de México como quiera dentro de su legislación, pero las delimitaciones marítimas y los tratados internacionales son claros y vinculantes. No habrá cambios en la soberanía ni en los derechos sobre los recursos marítimos”, puntualizó.